jueves, 17 de mayo de 2012

Epílogo

Son las tres de la mañana, no consigo conciliar el sueño, doy vueltas en la cama, me encuentro despierto a altas horas, otro día más. Estoy algo cansado y quiero dormir, sin embargo, la cabeza funciona a toda velocidad, planes de futuro, dudas, inquietudes y algún remordimiento. El subconsciente castiga mi sueño.
Hace prácticamente dos meses que llegamos a casa. Dos meses del final de esta gran aventura que nos ha llevado a recorrer el mundo, y que ahora, algún tiempo después parece lejana. Aquí volvemos a estar, en el punto de inicio. Sumergidos de nuevo en nuestra vida de siempre, rodeados de nuestras familias y amigos, en el lugar y en la sociedad donde hemos crecido. Parece que nada ha cambiado, aparentemente somos los mismos que partimos hace un año. Lo dejamos todo persiguiendo un sueño, un anhelo por experimentar, por conocer, por vivir. Pero.… ¿Realmente somos los mismos?
A la primera impresión parece que nada ha cambiado, sin embargo,  al observar con algo más de detenimiento, se aprecian diferencias. Cuando partimos, éramos tres amigos, que disfrutábamos de un ambiente de seguridad, cada uno con su puesto de trabajo, en un país que empezaba a sufrir los azotes de la crisis. Hemos llegado y seguimos siendo tres amigos, ahora sin trabajo, de vuelta en un país que está atravesando un momento mucho más severo. Es uno de los peajes que hay que pagar por recorrer este camino. Nos levantamos cada día con la incertidumbre de no saber qué pasará, ni donde acabaremos. Siempre hemos sido conscientes de que este momento llegaría, y de que no sería fácil. Quizás por eso, nos ha molestado en algún momento oír “Qué suerte que tenéis de poder hacer esto… Siempre lo he querido hacer” viniendo de gente que realmente sí lo puede hacer. ¿Suerte? Todo tiene un precio y este es el que aceptamos pagar nosotros. Somos de naturaleza atrevida y optimista, y creemos que en no mucho tiempo, volveremos a estar bien.
En el cuerpo, una vez recuperado el peso perdido por el camino, prácticamente ya no quedan rastros de esta aventura, quizás solo en la mirada, ahora más reflexiva y calmada. El mayor cambio está en la mente, en el alma. No somos conscientes todavía, lentamente estamos digiriendo este gran atracón, pero nuestra forma de ser, de actuar, de entender, probablemente nunca será la misma. Es una de tantas cosas que te aporta viajar, te transforma. Ver gente viviendo en condiciones precarias te hace más humilde, ver gente viviendo en condiciones extraordinarias, menos soberbio. Recibir ayuda te hace más solidario y sentirte amenazado más prudente. Conocer otros modelos te ayuda a analizar y cuestionar los propios y recorrer mundo te sitúa en él.
Y llega el momento de hacer balance, y de sopesar. No tener aún una perspectiva temporal, quizás adultera el análisis, sopesar aspectos tangibles frente a intangibles, probablemente también. La fría realidad tan sólo dice que hace un año teníamos un buen trabajo, una solvencia  económica y poca incertidumbre. Hoy, es todo incertidumbre, y parece que volver al nivel de vida que teníamos antes de partir es una utopía. En estos momentos de dudas,  alguien te pregunta, “¿Ha valido la pena?”. Cierras los ojos, echas la vista hacia atrás y procuras pensar fríamente la respuesta. Finalmente, esbozas una sonrisa y contestas “¡Sí! Claro que sí”.
Hemos visto el Taj Majal y celebrado Holi en la India, empequeñecido ante las cumbres nevadas del Himalaya, viajado a través de China, sembrado arroz en las terrazas de Sapa y navegado por la la bahía de Halong, hemos limpiado elefantes en Thailandia y alucinado con los templos de Angkor, hemos surcado el Mekong, visto orangutanes en Borneo y soñado despiertos en las aguas de Sipadán. Hemos viajado por Australia, entre canguros y koalas y envidiado su forma de vida, hemos vibrado con el rugby, y saltado al vacio en Nueva Zelanda el lugar más lejano de casa, hemos reído en Chile, y navegado a través de sus fiordos, hemos visto icebergs, ballenas, y cataratas en Argentina y disfrutado de sus gentes y de su comida. Hemos dado un salto atrás en el tiempo en Bolivia, hemos estado en un desierto de sal, en el interior de una mina y descendido una carretera conocida como “De la muerte”. Hemos pasado el fin de año juntos, lejos de casa y hemos sentido la magia y la energía del Machu Pichu, hemos danzado en Carnaval y descansado en las playas de Brasil, tantas y tantas cosas…
Y es que ha sido una vida en un año, llena de ilusiones y alguna decepción, que nos ha hecho reír y llorar, dormir en sitios impensables, pasar frio y calor, subir montañas, navegar mares, bucear en paraísos, perdernos en el  desierto, comer como príncipes en la calle, compartir momentos con gente desconocida, sentirnos libres, renunciar a nuestra intimidad, disfrutar y echarnos de menos, viajar en el techo de un autobús, comunicarnos sin idiomas, volver a disfrutar con las cosas más sencillas, despedirnos bruscamente y quizás para siempre de gente con la que congeniamos, pasar miedo y rabia, ver puestas de sol de todos los colores, contemplar vistas que quitan el aliento, cargar con todas las pertenencias a la espalda, improvisar, y ahora, todo parece tan lejano...
Empiezo a volver a la consciencia, doy otra vuelta en la cama, abro lentamente los ojos,  y miro el despertador, son las ocho y media. No hay nadie más en la habitación, solo esta grandiosa cama, armarios repletos de ropa, silencio y penumbra. 





 

lunes, 5 de marzo de 2012

Salvador y Rio, la vida en chanclas

Juntos en Salvador esperamos la llegada de Guiem, un amigo que hemos echado bastante de de menos. La huelga de policía militar parece que está llegando a su fin unos días antes del carnaval, el balance 146 muertos en diez días de inseguridad. Paseamos por el Pelouriño, el casco antiguo de Salvador vibrando con los grupos de percusión que recorren sus calles, justo antes de ir al aeropuerto a recibirlo. Se abren las puertas de llegadas y empiezan las risas y abrazos, tras tres vuelos, buena cara para alguien a quién no entusiasman los aviones.
Quedan cinco días para Carnaval, dedicamos uno a visitar Salvador, ponernos al día y enloquecer con un concierto de Carlinhos Brown, aquí en su casa. Al día siguiente, ponemos rumbo a Morro de Sao Paulo, una isla paradisíaca situada a dos horas de ferry de Salvador. Sus pequeñas dimensiones, su ambiente y su gente la convierten en un destino perfecto. Pasamos tres días en la playa, tirados en la arena, consumiendo cocos y aprendiendo a jugar a futvolley, un deporte que en este país alcanza otra dimensión. El tiempo transcurre lentamente en esta porción de tierra perdida en el océano, sin embargo, llega el día de volver. Una lástima. En el camino de vuelta, un mar embravecido parece querer pasar factura a la gente por tanto disfrute, consiguiendo palidecer las pieles bronceadas de los pasajeros. Se agotan las bolsitas de plástico.
Llegamos a Salvador. Un ambiente festivo inunda las calles. Música, disfraces, amigos y familias compartiendo cerveza fría en la calle bajo un sol asfixiante. La ciudad se está preparando para recibir el acontecimiento del año. En unas horas el país va a enloquecer durante una semana y su gente se va a entregar en cuerpo y alma a su fiesta más deseada. Vamos a la casa, preparamos algo rápido para comer y nos engalanamos. Canciones brasileiras de carnaval suenan fuerte mientras nos colocamos la fantasia, camiseta o disfraz necesarios para participar en el Blogo. En Salvador, el Carnaval consiste en el desfile diario de varios Blogos por sus calles. Los Trios Eléctricos, grandes camiones con un escenario arriba, van circulando lentamente mientras un artista de renombre canta durante todo el recorrido para la gente del blogo. Esta, ataviada con una misma camiseta, rodea el camión, cantando, bebiendo y festejando. Las calles son un mar de gente. Recorremos Barra, una avenida en primera línea de mar bajo la mirada de miles de personas que bailan y cantan desde balcones, palcos y resto de calles.
Al día siguiente, participamos en un blogo algo diferente. Dani un amigo gallego que lo dejo todo para venir a Brazil con Claudia, una beleza brasileira de Salvador con quien se ha casado, llega hoy desde Rio. Nos han invitado a participar en un blogo algo más informal. Nos cita en un lugar y al llegar encontramos  un centenar de hombres vestidos de novia sembrado la locura en la calle. Armandas con botes de espuma y falos de todo tipo, cortan la circulación, paran coches y los redecoran, bailan sobre los camiones, acosan a viandantes… En medio de este ambiente festivo aparece Dani con nuestras fantasias. Nos las ponemos y nos transformamos. Empiezan unas horas de locura y desfile por las calles de Salvador.
Un día más tarde, después de pasear por la parte más negra de Salvador, volamos hacia Rio. Llegamos muertos. Dani y Claudia nos ha dejado su piso, mientras están en Salvador. Si Brazil es caro, en carnaval los precios son una locura. Pasamos dos días en Rio, donde el Carnaval es más callejero y libre que en Salvador. La fiesta está en la calle y es abierta. No es tan puro, pero es más accesible. Después de alguna fiesta en la playa, nos vamos a Ilha Grande, a recuperarnos de tanto exceso. Una isla donde no hay otra cosa que hacer que caminar hasta sus diferentes playas a través de la selva, tirarse en la arena, jugar a palas o todas estas actividades que adoramos. Pasamos dos días de calma y relax. Damos con un pequeño restaurante que prepara una especie de arroz de pescado y mariscos que nos hace saltar las lágrimas. Se acerca el fin del viaje y últimamente estamos hablando mucho de los platos que echamos de menos y que comeremos al llegar. Para el último día, reservamos una tarde de pesca. Llegamos al barco y el capitán, un tiburón sonriente de prominente barriga y extraño sentido del humor, nos hace esperar una horita. Al final, llegan unos cuantos amigos suyos que también vienen a pescar. Ya que tengo a los turistas que pagan, llamaré a los amigos para ir a pescar, debió pensar. Media hora más tarde, llegamos al lugar, nos dan los volantines y nos dicen que ya podemos empezar a pescar. ¿Y el cebo? Preguntamos. No es necesario, responden. ¿¿Cómo?? Ya nos vemos haciendo el indio toda la tarde en la barca sin pescar nada. Somos pescadores de reconocido prestigio en el Mediterráneo y sentimos que nos están tomando el pelo como a unos turistas más. Resignados, hacemos las primeras caladas. A la media hora, para nuestro asombro, empiezan a picar. Es algo increíble. Con un gran banco de peces rojos a unos cuatro metros de profundidad, es tirar y sacarlos de tres en tres… Hay momentos de auténtica locura. Pasamos algunas horas. Una gran tormenta que se aproxima acaba con todo. Es momento de plegar y dirigirnos a puerto antes de que nos caiga toda esa agua en la cabeza. Los rayos avisan con antelación. De camino a puerto, limpiamos los pescados y los cocinamos en una pequeña parrilla habilitada en el barco. Recién pescados saben a gloria. Al día siguiente, volvemos en Rio.
Es el último día de Guiem, y nos toca un tour por la ciudad. Nos levantamos pronto y visitamos las atracciones más famosas de Rio. El Pan de Azúcar, El Cristo de Corcovado, Maracaná y el Sambódromo. Rio es una ciudad bellísima. Las ciudades que tienen un rio, un lago o el mar son diferentes. Rio, tiene muchísima playa, kilómetros y kilómetros. Las famosas Botafogo, Flamengo, Copacabana o Ipanema rodean el núcleo urbano. Son centro de reunión y diversión. Amantes del sol y del deporte, los habitantes de Rio disfrutan en la arena. Mucho ejercicio, muchos grupos de amigos sentados charlando, parejas queriéndose en la arena y niños jugando con las olas. Un lugar de desestress para una sociedad muy competitiva. Desde el Pan de Azúcar y desde el Cristo se puede observar la ciudad. Vista desde arriba es aún más bonita. Quizás sea lo que hace que no sea otro monumento más. Es cierto, que verlo al atardecer o iluminado por la noche desde la playa de Copacabana, como si de un guardián protector de la ciudad se tratara, es algo especial. Sin embargo, no creemos que esté a la altura del resto de Maravillas del mundo que hemos tenido la suerte de visitar este año. Dicho esto, es muy recomendable. Acabamos el día visitando los exteriores de Maracaná, que está en obras pues será sede de la final del mundial de fútbol dentro de dos años, y el Sambódromo, epicentro del Carnaval en Rio. Despedimos a Guiem que después de dos semanitas vuelve a casa. Han sido dos semanas fantásticas. Muchas risas, muchas batallitas y muchos planes de futuro que nos hacen sentir más cerca de casa. Guiem se va con una sonrisa, ha disfrutado y nos ha hecho disfrutar. Gracias Nataly!
Con la despedida de Guiem, damos el viaje prácticamente por acabado. Ya no nos moveremos de Rio. Esta es, la última parada. En unos días… Volvemos a casa!!!





















jueves, 9 de febrero de 2012

Brasilia y Salvador de Bahia, punto de encuentro



Varios meses separados hacen que uno se dé cuenta de lo mucho que reconforta estar con tus amigos, tu familia durante todo este tiempo. Cada uno de nosotros ha tenido tiempo de recorrer parte del camino en solitario en varias ocasiones y ya es hora de juntarnos de nuevo para afrontar la parte final del viaje.
 
Brasilia, nuestro  punto de partida en Brasil, nos dio la oportunidad de forjar nuevas amistades y disfrutar de una ciudad distinta, totalmente planificada. La tercera y actual capital histórica del país no tiene más de 50 años de historia y posee gran cantidad de obras arquitectónicas modernistas y un práctico diseño urbanístico. Un par de días de paseo y encuentros con nuevos amigos fueron suficientes para empezar a comprender  el país que estamos a punto de descubrir. Aunque Brasilia sea una ciudad administrativa se empieza a respirar el optimismo y alegría que envuelve esta población.
 
Un día en autobús me separaba de Salvador, ahí me encontraría con Albert y Jaume, aunque  antes de eso tocaba conocer a tres personas importantes que se iban a cruzar en el camino. 

En mi intento de encontrar un lugar donde pasar El carnaval sin tener que sufrir los precios astronómicos que se barajan en estas fechas, encontré a Katyl, Ana Milena y Laura, tres chicas que me abrieron las puertas de su casa y aceptaron reunirnos a todos durante el carnaval. Katyl, brasileña y dueña de la casa, aceptó mi petición de quedarnos en su casa asi como  Laura y Ana Milena, sus dos compañeras de piso, dos colombianas universitarias que están finalizando sus estudios en Salvador como antropóloga y bailarina respectivamente.


Dos días alrededor de Salvador fueron lo que tuve que esperar hasta la llegada de Jaume. Después de compartir nuestras experiencias vividas cada uno en solitario, recorrimos la cuidad durante unos días, disfrutamos de la playa y de los ensayos del carnaval. El ritmo que tiene esta ciudad es insaciable, y la percusión es una constante en sus noches de fiesta.


Después de unos días en Salvador y escapando un poco Del caos de la ciudad, decidimos  marcharnos a Valle do Capado, un pueblecito de no más de 4 calles lleno de hippies, rastafaris y rodeado por decenas de lagunas y cataratas. Pasamos cuatro días disfrutando con la tranquilidad y la amabilidad de la gente así como de los parajes increíbles de la zona. La verdad que después de tantos días en una gran ciudad como Salvador agradecemos estos días de calma.


Con las pilas recargadas otra vez, es tiempo de volver a Salvador para reunirnos con Albert y  volver a juntarnos de nuevo los tres. Y eso no es todo, en sólo unos días esperamos la visita de Guiemet, en lo que sin duda será uno de los grandes momentos del viaje. Pero eso será otra historia.







martes, 10 de enero de 2012

Machu Pichu y el Camino del Inka


Dejamos atrás Bolivia y entramos en Perú. La primera parada, cerca de la frontera, son las islas flotantes de Puno. En el lago Titicaca, habita un pueblo anterior a la misma ciudad que vive sobre islas flotantes. Crean, amplían y dividen islas en el lago. Pasamos una mañana con ellos, nos explican su historia, su jerarquía de pueblo, como construyen las islas y cómo y de que viven, todo en un ambiente muy amigable. Vistas las islas, vamos tres días al Cañón del Colca, dicen que el segundo cañón más profundo del mundo. Llegar nos cuesta muchas horas de bus, que después se ven poco recompensadas. Quizás tantos meses de viaje nos están pasando factura. Notamos como los buses cada vez nos cansan más y sobretodo como nuestra capacidad de asombro ha caído en picado.  Lo más destacable del cañón, un oasis en medio de sus paredes desérticas. Tres horas de bajada, descanso y masacre por parte de los mosquitos y tres horas de subida para salvar un desnivel total de 1.200 metros aproximadamente. Una pared que superamos realmente bien. No ha sido la gran cosa, pero nos ha valido como test para el Camino del Inca. Estamos bien, estamos en forma.







Para llegar a Cusco, toca otro autobús, de 20 horas. Al comprar el ticket, quizás por el cansancio acumulado, nos decidimos por el más lujoso de los mostradores. Contentos, nos frotamos las manos, porque si un mal autobús significa una noche terrible, uno bueno es señal de noche plácida y confortable. Al entrar al autobús se nos cae el alma al suelo. Parece que será un viaje largo y complicado, es un autobús realmente viejo y de asientos estrechos. Efectivamente, el viaje se hace largo. Pulgas, asientos extremadamente pequeños, y dos niños, que a turnos o a coro no paran de llorar en toda la noche… Finalmente llegamos a Cusco. Nos alojamos en el Loki Hostel, una cadena de hostales que dan tanta o más importancia a su bar que al descanso. Podríamos decir que es un pub que también da servicio de hospedaje. Mañana llega Iñaki, y no tenemos mucho que hacer, así que nos dedicamos a descansar y pasear un poco, compramos también lotería para el sorteo de Navidad. A la mañana siguiente, desayunamos en el bar del hostal mientras comentamos la mala suerte que ha tenido Masinho, que tenía el 58.298 y el gordo ha sido el 58.268. Un número que nos hubiera cambiado la suerte. Justo cuando estamos comentando lo que hubiéramos podido hacer con ese dinero, y sobre todo la fiesta que se hubiera encontrado Iñaki al llegar, champagne y congas varias, aparece por la puerta. Hace dos meses que no nos vemos y nos fundimos en abrazos. Aquí estamos, otra vez los cuatro. 

Después de ponernos al día, salimos a dar una vuelta por Cusco, que se está engalanando para recibir el año nuevo y conseguimos las cuatro cosas que nos faltan para iniciar al día siguiente el Camino Inca. Una excursión de 42 kilómetros que haremos en cuatro días y tres noches y que nos hará retroceder en el tiempo, a la época donde los Incas reinaban la zona. Recorreremos los caminos que ellos utilizaban, encontraremos restos de sus edificaciones y nos dejaremos envolver por la magia que destila este recorrido. Y por si no fuera suficiente, acabaremos la travesía en el Machu Pichu, otra de las maravillas de mundo que estamos impacientes por disfrutar.

Madrugamos y un bus nos lleva hasta el inicio del camino, al punto de control. Está lloviendo, ha empezando la época de lluvias y lo usual en estos parajes es lluvia constante. Hay unas doscientas personas que van a iniciar el recorrido el mismo día que nosotros. Todo el mundo se prepara, se protege con impermeable de la lluvia, cubriendo especialmente los sacos de dormir y las mochilas con la ropa seca. Empezamos a caminar, y en el control dejamos paso a los porteadores, que cargan con la comida y las tiendas de campaña que harán falta durante estos días. Nuestro grupo, está formado por nueve turistas, dos guías y diez porteadores. Esta vez nos acompañan una pareja de venezolanos, dos chicos norteamericanos y una mexicana, que es la viva imagen de la ilusión y superación. Caminamos poco este primer día y los guías nos dan una serie de charlas al llegar a las primeras ruinas que nos introducen y nos meten en contexto. Una historia de lo más interesante, eso sí, con nombres imposibles. Justo al ponerse el sol llegamos al campamento. Las tiendas de campaña ya están preparadas en una pequeña explanada. Cenamos y aprovechamos para conocernos un poco. Nada es lo que parece, y las ideas preconcebidas se van desmoronando una tras otra. La pareja de venezolanos, bastante bien preparados, nos habla bien de Chávez. Los americanos, resultan ser unos apasionados viajeros y muy interesados por la cultura inca y America del Sur. Sin embargo, lo que nos toca la fibra es la historia de la mexicana. Esta joven profesora, simpática, siempre risueña y regordita, nos cuenta que llegar hasta aquí era un sueño. Le prometió a su madre que el día que consiguiera la plaza estatal de profesora, vendrían a hacer el Camino. Tristemente su madre falleció el año pasado, ninguna de sus amigas la ha querido acompañar y sin embargo, aquí está ella, cumpliendo su sueño.

El segundo día, el más duro, hace una criba en la gente. Se estira muchísimo la hilera de caminantes, lo que permite caminar sin ningún tipo de agobio. Disfrutamos la caminata, y llegamos prácticamente los primeros al campamento. Teníamos muchas esperanzas puestas en este trekking y está resultando mejor de lo esperado. Paisajes realmente bellos, ruinas muy bien conservadas y el sol que lucha con las nubes para darnos calor. Comemos solos y mientras descansamos oímos llegar poco a poco a la gente. Uno de los americanos tiene problemas estomacales, la venezolana ha sufrido mareos y nuestra querida mexicana sufre de lo lindo pero llega muy contenta. La hora de la cena es especial, si bien no todo el mundo cena, si nos juntamos. Hoy es Navidad, una Navidad muy diferente a las que estamos acostumbrados. No hay comidas y cenas con los amigos y con la familia. No hay comidas abundantes y exquisitas, no hay luces en las calles, no hay largas sobremesas con los seres queridos. Echamos mucho de menos casa, se junta todo, los nueve meses de viaje y estas fechas. Seguro que en el futuro lo recordaremos con mucho cariño, pero ahora la nostalgia nos arrolla. Nos vamos a dormir muy pronto bajo un cielo que se ilumina y ruge de tanto en cuando.

El tercer día quizás es el más mágico. La primera parte del día hay que subir un poquito para luego bajar los 3.000 escalones en la segunda parte. Caminamos rápido y nos volvemos a quedar solos. El cielo está cubierto, llovizna de manera intermitente, en partes del recorrido hay niebla, vamos caminando en fila de a uno. La niebla y la belleza de las ruinas que encontramos este día nos tienen maravillados. Ruinas en medio de un bosque verde y muy húmedo. Hay un ambiente realmente místico que no nos permite hablar. Caminamos horas sin decir una palabra, tan solo disfrutando del paisaje, mientras antiguas energías, misticismo e historia nos golpean el cuerpo al andar. Al llegar al campamento nos acercamos a unas ruinas impresionantes que quedan al lado. No hay nadie y es una auténtica maravilla. Nos sentamos a contemplar hasta que el frio nos obliga a irnos. Cenamos y nos vamos  dormir muy pronto, mañana toca madrugón, a las 03’30 sonará el despertador. No nos importa, será para ver el Machu Pichu.

Nos levantamos sin sueño y nerviosos, nos espera algo realmente especial, y como no, nos acompaña el sol. Los guías no dan crédito, es época de lluvias y se ha cumplido la profecía que les veníamos anunciando “El cuarto día hará sol”.   A la hora de caminar, nos encontramos con el Machu Pichu. Estamos lejos y nos decepciona un poco. Seguimos caminando y llegamos a la antigua ciudad. Ahora sí, quita el aliento. Es preciosa. La lejanía no le hacía justicia. Los Incas eran grandes arquitectos y las ruinas están muy bien conservadas. La ciudad, en un marco natural que embriaga, rebosa energía y magia. Construcciones de piedra sobre un entorno completamente verde, bajo un cielo azul. Después de escuchar la visita guiada, pasamos el resto del día paseando por la fortaleza, subimos al Huayna Pichu y bajamos al templo de la luna. Muy contentos por la tarde, volvemos a Cusco donde llegamos de noche.

En Cusco, los días que quedan los dedicamos a pasar tiempo juntos, pasear y descansar. Suspendemos los planes que teníamos para ir a Nazca o a cualquier otro lugar. Ocupamos los días tratando de descansar, comprar el amigo invisible y comer bien. Salimos por las noches a festejar. Llega Nochevieja y lo celebramos como toca, nos entregamos los regalos, llamamos a casa, nos comemos las uvas y brindamos delante de una pantalla que anuncia en vivo el cambio de año en los diferentes países. Por la noche nos regalamos una cena especial. Es un momento con bastante carga emocional. Es cambio de año y cambio de ciclo. Nos separamos, Raúl mañana vuelve a España, nosotros nos vamos a Lima, y ahí también nos separamos. Iñaki, que entre una cosa y otra se ha perdido el sur, empezará a bajar hasta donde llegue, porque dice que tiene ganas de playa y ganas de Brazil. Jaume seguirá subiendo Perú y se dirigirá a Colombia, para acabar a principios de febrero, a las puertas del Carnaval, también en Brazil. Yo parto a Colombia unos días y me voy a México. Gente muy querida espera allí. Es, el principio del fin. Hasta …