Seguimos en Vietnam: Mui Ne y Nha Trang

Con la despedida de Pepe, cumplimos nuestros primeros tres meses juntos. Quizás ha llegado el momento de separarnos un tiempo, pienso. A pesar de que nuestra relación sigue siendo inmejorable, respirar un poco de aire, nos irá bien a todos. A veces, sin buscarlo, la oportunidad te pasa por delante y solo tienes que alargar el brazo y cogerla. Tenía ganas de viajar unos días con alguien interesante ( que no fueran ni Iñaki ni Jaume ), y tenía ganas de playa. En el Delta del Mekong conocimos a Christine ( Cristinita, que la llama Pepe ), una chica de Quebec, la parte francesa de Canadá, que viaja sola durante 3 meses por el sudeste asiático. Durante el tour su frescura y naturalidad nos habían arrollado. Una de estas personas que sabes que es especial a los segundos de conocerla. En dos días vuelve a Ho Chi Minh, por lo que decido esperarla.

                  

En HCM, quiero pasar algunas horas solo y visitar el museo de la guerra. Me despierto, deseando caminar la ciudad a mi aire, salgo del caótico callejón donde se encuentra el hostal, y la primera persona que me encuentro de frente… es Denise, la australiana! Esto no estaba en mis planes. Está sola y parte para Australia por la tarde, así que pasamos la mañana paseando. Nos obliga a comprometernos a visitarla en unos meses, vive cerca de Sydney, acepto encantado. Después de despedirla, me voy al Museo de la Guerra donde paso varias horas. Salgo muy golpeado, triste y hundido. Es increíble a lo que puede llegar el ser humano, para mal en esta ocasión. ¿Cómo un hombre puede a llegar a odiar a otro de una manera tan profunda? Decenas de fotos de soldados torturando hasta la muerte a otros y fotos terribles de las consecuencias de la guerra química me revuelven el alma.

                      

Al día siguiente llega Cristinita y, cogemos un bus nocturno hacia Mui Ne. Llegamos a las 5 de la mañana, dormidos y toca buscar hostal. Es divertido ver las dificultades que tiene la gente  para comprender que no somos pareja, y que aunque viajemos juntos necesitamos dos camas diferentes. Pasamos días muy buenos. Cómo echaba de menos el olor a mar, el ruido de las olas y la arena en los pies. Visitamos dos desiertos de la zona, uno de arena roja y otro de arena blanca. El cielo está azul radiante, y el contraste  del azul del cielo y del mar, con el color de la arena es realmente bonito. El segundo día recorremos el litoral en moto y acabamos comiendo en un campamento de pescadores. Ni carta, ni otros turistas, ni inglés… Dibujamos un pez en la arena, y nos contestan, pintando un calamar. Es fresco, recién pescado y es lo único que hay, lo devoramos. Por la tarde, partidito de futbol en la playa mientras se pone el sol... Esto es vida! Por la noche otro bus nocturno hasta Nhan Trang. Esta vez, no quepo en lo que se supone que es la cama y las paso canutas.

                                   

En Nhan Trang, más mar. Un día de barquita y buceo, otro Hobbie Cat y pequeña mariscada sobre la arena… Estoy disfrutando mucho, pero hay que empezar a pensar en volver a la manada. Es día 18, la visa expira el 20 y no va a ser fácil alcanzar a la pareja. Me dicen que Camboya está siendo toda una aventura y que las comunicaciones son muy precarias. Por tanto, impensable, seguir sus pasos por el sur desde HCM. No hay tiempo físico para llegar al norte, a Hanoi y entrar desde allí. Además habría que cruzar Laos en solitario, y por lo que sabemos, la infraestructura en este país es del mismo estilo. Vietnam es un país muy fácil para viajar, pero a la que sales de la ruta “turística”, la cosa se complica bastante. Todo el mundo dice que solo hay dos opciones, Norte o Sur, y yo quiero entrar por el centro, los tengo relativamente cerca… Tras investigar y darle muchas vueltas, contrato los servicios de un “Easy Rider”, un hombre que me va a llevar a la frontera en moto. Unos 500 kilómetros que nos llevarán día y medio, y que me pueden costar el trasero. A partir de ahí, esperar que el paso fronterizo este abierto, y conseguir llegar a Banlung, en Camboya. El motorista me dice que nunca ha llevado a nadie hasta allí. De todas formas decido arriesgar. Me despido de Christine, lo cual resulta duro. 

                         

Empezamos a rodar. Después de superar el miedo, pues en las carreteras vietnamitas impera la ley del más grande, el viaje resulta ser precioso. Prácticamente llueve durante todo el camino. Llego a la frontera, una furgoneta me ha llevado desde Pleiku, a una hora y media, donde me despedí del motorista, pues no está autorizado a circular por la zona fronteriza. Me encuentro solo, la furgo, con mucha prisa también se ha ido. Veo un edificio que parece abandonado, cruzo los dedos. Afortunadamente hay oficiales, ningún problema para salir. De allí toca caminar 300 metros entre la jungla, hasta Camboya. Hablando con los oficiales camboyanos, descubro que Banlung está a 70 kilómetros! No hay taxis, ni autobuses, ni coches, ni motos, ni gente.. Nada! Por suerte aparece un militar, que ha acabado su turno y que se va con su mujer e hijo hacia allí. Por 10 USD me acerca. Llego a Banlung y el pequeño pueblo, de calles de tierra, lleva todo el día sin electricidad. En época de lluvias es bastante normal. Parece que no será hoy que nos encontremos, no hay forma de comunicarnos. Esperaremos a mañana…

                                   

Ya en la habitación, escuchando caer el diluvio universal pienso en estos días. He disfrutado como un niño. He disfrutado de hacer en cada momento lo que el cuerpo me pedía, de escribir el guión sobre la marcha, de tener que tomar decisiones y asumir riesgos, de conocer a una chica maravillosa como Christine, que espero volver a ver. Es por momentos como estos que esto vale la pena. Estoy empezando a disfrutar de verdad de este viaje.