Con el agua al cuello : De Sen Monorom a Ban Lung

Con la imagen de los delfines todavía en la retina madrugamos para abandonar Kratie. Es sin duda la tónica de este viaje, sin tiempo para digerir lo vivido, un nuevo día lleno de experiencias por vivir se abre paso. Iniciamos el camino hacia Sen Monorom en una pequeña furgoneta. Durante el complicado trayecto sufrimos un pinchazo que nos obliga a parar durante hora y media. Una vez arreglado el neumático y a punto a reanudar la marcha nos encontramos que a los pies de los asientos donde viajamos, han colocado unas maletas y sí ya vamos justos quieren meter aún más gente.  Nos negamos a viajar de esa manera y empieza así una discusión. Nos amenazan, quieren hacernos  bajar de la furgoneta  (en dios sabe qué pueblo…) y  nos dicen que el coche no se mueve si no accedemos a viajar así, después de unos cuantos gritos manteniendo el tipo, acceden a recolocar las maletas en el maletero abierto y proseguimos la marcha. Llegamos y buscando hostal conocemos a John (Corea del Sur) y Cornelius (Alemania), con los que compartimos habitación por 2 dólares por persona, no está mal!!
                         

Al día siguiente alquilamos dos motos y vamos los cuatro por los alrededores del pueblo. Visitamos las cataratas de Monorom y algunas aldeas de la zona. Después de comer nos despedimos y cogemos un pick up que nos llevará a Kaoh Nheak para iniciar la que sin duda será una de las grandes aventuras del viaje. Nuestra idea era ir hasta Ban lung en autobús, pero el hombre del hostal nos comenta que al estar en estación de lluvias es totalmente imposible. Debido a las constantes lluvias, el camino, en varios puntos, desaparce bajo el río. La única opción que nos da es volver a Kratie y desde ahí coger un autobús. Nos negamos a volver atrás y tras barajar varias posibilidades damos con una que nos convence. El plan parecía sencillo. Cogemos un pick up hasta Kaoh Nheak. A la llegada nos esperaría un guía. Él nos acompañaría en moto llevándonos las maletas, y nosotros iríamos andando hasta BanLung, situada a 90km, donde esperábamos llegar en unos 3 días.
                                               

Después de 4h en pick up llegamos a Kaoh Nheak ya entrada la noche y nos encontramos con el primer contratiempo. Él guía nos llama diciendo que debido a la crecida del río, por el momento le es imposible llegar. Quedamos en vernos directamente en el hostal. Cansados de esperar nos vamos a cenar algo y a dormir.  A la mañana siguiente el hombre sigue sin aparecer pero conseguimos contactar con él. Nos comenta que sigue atrapado esperando que el rio baje. Decidimos ponernos en ruta y encontrarnos por el camino. Así que con todo nuestro equipaje a cuestas, maleta grande a la espalda, maleta pequeña delante­­­­ y con la ayuda de un plano hecho a mano por un hombre de la zona iniciamos el camino. Al poco de empezar nos damos cuenta que no va a ser nada fácil. El equipaje se hace muy pesado, el camino está totalmente inundado, hace muchísimo calor y como cada día se prepara una tormenta. El día discurre entre sol y lluvia, y seguimos avanzando sin noticias del guía. Tras superar varios riachuelos nos encontramos que el camino se ve cortado por un río de grandes dimensiones. Si bien los anteriores los habíamos podido cruzar sin excesivos problemas, este parece que será más complicado. Iñaki hace un primer tanteo y comprueba que a los pocos pasos, el agua ya le llega al cuello. Tras unos instantes de duda, y al ver que tampoco tenemos otra opción, nos quitamos la ropa, nos ponemos las mochilas en la cab­­­eza y decidimos cruzarlo. Lo corriente es muy fuerte y el peso del equipaje nos desequilibra en varias ocasiones, pero por suerte, conseguimos llegar a la otra orilla sin más contratiempos.Sin apenas descanso proseguimos la marcha. Quedan dos horas de luz y hay que encontrar algún pueblo para pasar la noche. 
                     

Pasa el tiempo y seguimos sin ver ni rastro de civilización. El paisaje de pura selva que antes mirábamos fascinados, ahora se hace desesperante.  Da la sensación de estar pasando por el mismo camino una y otra vez. Quedan apenas veinte minutos para la puesta de sol, el cansancio es ya extremo, la sed insoportable y las esperanzas de encontrar cobijo cada vez más pequeñas. El ánimo decae aún más si cabe cuando empezamos a oír los truenos de la tormenta que se avecina. Las risas hace horas que han desaparecido, y las conversaciones son cada vez más escasas. Sin decirnos nada cada uno se empieza a hacer la idea de que habrá que pasar la noche a la intemperie. De repente la voz de Iñaki suena entre el chapoteo de nuestros pasos:

- Una antena !!

La reacción es inmediata. Si hay una antena tiene que haber civilización, y si hay civilización habrá un sitio donde poder pasar la noche. Recuperamos el optimismo, y la esperanza de encontrar cobijo nos lleva en volandas a un pequeño poblado conformado por unas 20 casas. Enseguida encontramos una  donde nos dicen que podemos pasar la noche. Nada más entrar en la casa, caemos exhaustos al suelo. El dolor de espalda es tan grande que somos incapaces de levantarnos.  Nos traen varias botellas de agua que bebemos de un sorbo y nos preparan la cena.  Engullimos la comida que nos traen ante la atónita mirada de toda la familia. Tenemos la espalda, las piernas y los pies totalmente destrozados, pero lo hemos logrado. Con una esterilla en el suelo nos preparan una cama que nos sabe a gloria. Al  tumbarnos oímos como empieza a diluviar. Sonreímos y nos dormimos al instante.
                     

Al día siguiente conseguimos  que un vecino de la zona  nos lleve con su barca hasta Lumphart, un pueblo situado a sólo 35 km de nuestro objetivo. Toda la conversación discurre mediante dibujos y mímica pero la necesidad hace que nos entendamos perfectamente. Seguimos físicamente muy cansados así que planeamos un día de descanso en Lumphart y después llegar en BanLung en dos jornadas a pie. Después de 2km sobre caminos ya completamente anegados llegamos a la barca. Metemos todo nuestro equipaje, colocan un motor y emprendemos la marcha. Nos deslizamos sobre aguas turbias y selva a babor y estribor. El rio cada vez se hace más grande y las corrientes más afanosos. Después de hora y media de camino la barca nos deja a 4km a pie de Lumphart.
                                 

Al llegar a Lumphart a pie, otra vez nuestros planes vuelven a cambiar inesperadamente, aunque esta vez para bien. Mientras comemos tranquilamente, un hombre nos propone llevarnos a BanLung ese mismo día en su camioneta por 5 dólares. Nos miramos entre risas y abrazos.  Después de mucho sufrimiento, el reto de llegar a BanLung se iba a cumplir. Ahora vendrá tiempo de descanso, de revivir las vivencias de estos días y de reurnirnos con Albert para que nos cuente sus historias vietnamitas. La lluvia ha aumentado su intensidad día a día. Mirando hacia atrás nos damos cuenta de la suerte que hemos tenido durante el trayecto.