Ya de noche, llegamos a Melbourne, que nos recibe con dos multas de tráfico. La ciudad está agitada, hoy es una gran noche de deporte, algo que encanta aquí. En la liga de futbol australiano, se enfrentan primer y segundo clasificado, ambos de Melbourne. La calle es un mar de gente. Miles de personas caminan hacia el estadio, donde llenarán las 100.000 localidades de que dispone. Todos, absolutamente todos ataviados con la camiseta de su equipo, ambas de franjas blancas y negras. Llegamos al hostal, nos damos un repaso y salimos a dar una vuelta, es viernes por la noche. Pasamos la noche en un bar con una banda de rock en directo, algo que nos priva. Unas pintas más tarde, el bar se ha inundado de gente que viene del estadio. Vencedores y vencidos vienen a reconciliarse entre cervezas. Juegan y bromean los unos con los otros en un ambiente excelente. Disfrutamos y nos acordamos del Motown.
Al día siguiente, nos separamos. Los tres tenemos a alguien que nos alojará. Jaume se va a casa de Naomi, una chica de alto poder adquisitivo que vive en el centro de la ciudad. A Iñaki lo hospedará Paul, un cincuentón que es una eminencia en esto del CS y que vive en las afueras, y a mi Kat, una joven australiana, que vive con su hermana y que necesita practicar su español, pues quiere ir a trabajar a España a principios de año. Si hay una palabra con la que identificar Melbourne, esa es sin ninguna duda Ocio. Deporte y cultura son las señas de esta moderna ciudad, que enamora. Muchísimos espacios abiertos donde la gente práctica deporte, se sienta a tomar el sol o se reúne con los amigos. Parques, las riberas del rio, bibliotecas, museos gratuitos, terrazas llenas de gente. Está acabando el invierno y con el calor de los primeros rayos de sol la gente ha invadido las calles. Gente de todas las edades haciendo deporte a todas horas, bicicletas, piragüistas en el rio, corredores por todas partes, patines y monopatines, jóvenes paseando a sus perros, músicos callejeros… Melbourne ama el deporte y el deporte ama a Melbourne. Tan solo en esta ciudad hay ocho equipos de la primera división de futbol australiano, más alguno de rugby, otros tantos de fútbol, y es aquí donde se celebra el Australian Open de tenis. Si hablamos de música, Melbourne dispone de más de mil bares con escenario para música en vivo, una locura. Al día siguiente, cada uno desde sus respectivos “hogares” comentamos como fue en el primer día de hospedaje. En fines de semana, los anfitriones disponen de tiempo para mostrar la ciudad y compartir actividades con la gente que hospedan, cosa que entre semana es más difícil. A Jaume se lo llevaron de marcha a una de las discotecas más caras de la ciudad. Le hicieron un agujero en el bolsillo. La suerte, que mientras la anfitriona se reconciliaba con su ex novio, los amigos de este lo integraban en su grupo y lo invitaban a unas cuantas rondas. A Iñaki, Paul, junto a otros siete extranjeros más se los llevó a un partido de fútbol australiano, gran estadio y buen ambiente, aunque derrota final. A mí me invitaron al cumpleaños de Lulu, la hermana de Kat. Unas copas en casa antes de salir, cena con el grupo de amigos y fin de fiesta en el “Night Cat”, un bar espectacular con una banda de diez músicos tocando jamming jazz en el centro de la pista durante toda la noche. Uno de los mejores bares en los que he estado nunca, y completamente gratuito. Es lo que buscamos con el couch surfing. Conocer gente de otras partes del mundo y compartir una pequeña parte de su vida cotidiana. A veces, incluso ahorramos dinero, otras saldría más barato ir a un hostal, pero lo importante, lo que queda, son las experiencias. El domingo, fish & chips y cómo no, partido de fútbol australiano. Los Kangaroos se despiden de la temporada, no jugarán el play-off, y Kat no se quiere perder el partido. Llama la atención la diferente manera de vivir y entender el deporte. Aquí es un espectáculo más, no hay fanatismos. La gente acude a los estadios como quién acude al cine. Abuelos con los nietos, padres e hijas, parejas vistiendo camisetas de equipos rivales, grupos de chavales, muchísimas mujeres, al menos tantas como hombres, y todos mezclados. Ambas aficiones juntas, sin ningún problema, sin ningún insulto, tanto en el tren, como en la calle como en el estadio, juntos y revueltos sin ningún tipo de incidente. Durante el partido, mientras Kat me va explicando las reglas de este deporte, observo como el grupo de chicas adolescentes que tenemos delante, habla de sus cosas, sin prestar mucha atención al partido, hablan de chicos, como no. El estadio es al final, otro gran lugar donde juntarse con los amigos, con la familia u otra actividad que compartir con la pareja, sin ningún tipo de miedo, de peligro o de violencia. Pasamos varios días más en Melbourne cada uno por su lado, aunque a momentos nos juntamos. Partimos hacia Sydney pensando que será difícil que nos guste tanto como Melbourne. Nos vamos muy contentos y agradecidos con el trato, y esperamos algún día poder hospedar a quién nos ha alojado.
Llegamos a Sydney en bus nocturno. La ciudad nos recibe con lluvia. Después de dormitar durante todo el día, pues no hemos pegado ojo en el bus, por la tarde no nos podemos resistir a acercarnos hasta la Opera House. Ya ha caído el sol y al menos hoy, este emblemático edificio no dispone de iluminación. Es más grande de lo que parece y verlo nos excita. Es un símbolo, significa mucho, significa que esto es real, que estamos en la otra punta del mundo, que lo que parecía tan lejano está aquí. Al día siguiente, volvemos al mismo lugar. El cielo sigue encapotado y cae alguna gota, pero tanto la opera, de donde también se ve el Harbor Bridge como sus alrededores son un magnífico lugar para pasear y pasar el tiempo. Por la tarde, quedamos todos con Loren, una chica neozelandesa, que me alojara. Ha empezado el mundial de rugby en Nueva Zelanda, para los australianos este deporte es una pasión, para los kiwis, una religión. Hoy debutan los “All Blacks” ( Nueva Zelanda ) y aprovechamos para verlo con Loren. Victoria fácil. Nos ha caído bien esta chica, que además vive en Bondi, es decir en la playa. Sydney centro, si le quitamos la zona de la opera, gusta menos que Melbourne, sin embargo, lo que la hace diferente es el mar. Dispone de varias playas en diferentes barrios de la ciudad que la hacen única. Y Loren, afortunadamente para todos, tiene un bonito apartamento en Bondi, quizás la más famosa de ellas. Como ni ella tiene planes ni nosotros tampoco, al día siguiente montamos una barbacoa en su casa. La chica está encantada, no le gusta mucho moverse los fines de semana y nosotros tenemos ganas de estar tranquilos en una casa. Bebemos cerveza y luchamos contra el viento que se ha empeñado en estropear este día. Cuesta pero al final, las salchichas y la carne salen más que aceptables. Después de comer, Loren nos pone música de sus grupos favoritos neozelandeses, muy buen jazz, y nosotros la asombramos cantando y saltando al ritmo de Fito y Fitipaldis, Juan Luis Guerra y como no… La Bamba!
Se acaba el fin de semana, y los siguientes días los pasamos paseando por la ciudad. Por las mañanas paseos, siempre acabamos en la ópera, por las tardes partidos de rugby en el bar. Tanto Sydney como Melbourne son ciudades exageradamente multiculturales y cada día hay samoanos, irlandeses, franceses, australianos, kiwis o escoceses alentando a sus equipos. Un gran ambiente. Tengo la suerte de ser alojado los últimos días por Xavi, un catalán que ha venido a Sydney con una beca de cuatro años. Este chico de curriculum brillante está en Australia, investigando. Aunque es una experiencia fantástica para él, da rabia pensar como nuestro país no ofrece las condiciones que debería para que nuestras mentes privilegiadas se queden en casa y trabajen para nuestro desarrollo, algo que luego nos beneficiará a todos. Se pasa el día en la universidad y tan solo nos vemos por la noche, pero charlar con él resulta bastante interesante. La calma de estos días estalla en mil pedazos cuando de España me llegan noticias del fallecimiento del padre de una amiga muy querida. Hasta ahora habían llegado noticias buenas, muchos de nuestros amigos son ahora padres. Esta es la cara mala de este viaje. Estamos muy lejos y no podemos estar al lado de los nuestros para compartir alegrías y tristezas… Resulta muy duro.
Llega el día y nos despedimos de Australia. Nos vamos a las antípodas, a Nueva Zelanda, el punto más lejano de casa. Llegamos al ecuador de nuestro viaje, paisajes espectaculares y un mundial de rugby nos esperan allí. Estaremos tan lejos, que cuando avancemos… Empezaremos a volver!
¿Hay un exterminio nuclear entre los seguidores....? ¿Solo hay internet en mi calle...?¿...?
ResponderEliminarFelicidades por los seis primeros meses! y ánimo para todo lo que queda.
hola iñaki and company, soy sergio amigo de raul, ya mismo esta el coletas con vosotros, la vais a liar, que tiemble sudamerica, porque este verano ha temblado la isla, si, si, mallorca entera conoce a raul, mas famoso que el dioni y belen esteban. venga besos,chao.
ResponderEliminarUep! Qué tal va todo por.....¿ya Nueva Zelanda?. Besos y abrazos desde el otro lado del Mundo, a ver si llegan intactos...!!
ResponderEliminarESTAIS PERFECTOS ES UNA PASADA ,PENSAR CON MORTI ES EL QUE VIENE FRESQUITO , CON GANAS DE GASTAR DINERITO JA JA JA....................
ResponderEliminarVaja passada, increible el paisatge,esper que en tanta ovella vos hageu curat d´el estrès,de veritat que si anau mes lluny vos sortiu d´el mapa. Del salt millor " no coment".Pero el millor es que ja inicieu el retorn, i es que se vos troba molt a faltar, disfrutau la 2ª part.BESOS
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